XVII
La luz del sol, de la luna y de las estrellas fulgura con vivo resplandor: la melodía amorosa asciende cada vez más, acompasada al ritmo del amor puro.
Día y noche, el coro llena los cielos;
y Kabir dice:
Mi único Bienamado me deslumbra como el relámpago.
¿Sabéis cómo dicen su adoración los instantes?
Blandiendo su círculo de luces, el universo, día y noche, canta adorando. Allí-dice Kabir-,la adoración no cesa jamás.
Allí está en su trono el Señor del universo. El mundo entero ejecuta su obra y comete sus yerros; pero pocos son los amantes que conocen al Bienamado.
Como se mezclan las aguas del Ganges y del Jumna, así se mezclan en el corazón del hombre piadoso las dos corrientes del amor y del sacrificio.
En su corazón, el agua sagrada se esparce día y noche, y así concluye el ciclo de los natalicios y de los óbitos.
¡Qué inefable reposo en el Espíritu Supremo! Sólo lo goza quien lo busca.
Sujeto por las cuerdas del amor; va y viene el columpio oceánico del gozo, y hay un potente estallido de canciones.
¡Ved aquel loto que florece sin agua! Y Kabir dice:
La abeja de mi corazón liba su néctar. ¡Maravilloso loto florecido en el corazón del universo!
Sólo las almas puras conocen sus delicias verdaderas.
La música vibra por doquiera y el corazón participa en el gozo del mar infinito.
Kabir dice:
Sumérgete en ese océano de dulzura y deja que vuelen lejos todos los errores de la vida y de la muerte.
Ya ves cómo aquí se sacia la sed de los cinco sentidos; ya no existen las tres formas de la miseria.
Kabir dice:
Estamos en lo Inaccesible; miraos adentro y veréis cómo brillan en vosotros los rayos de luna de Dios escondido.
Ahí late el ritmo de la vida y de la muerte. Ahí surgen los arrobamientos, todo el espacio radiante de luz.
Ahí se escucha la misteriosa música que es la del amor de los tres mundos.
Ahí arden los millones de lámparas del sol y de la luna.
Ahí resuenan por doquiera los amorosos cánticos, llueven ondas de luz y el adorador saborea con delicias el celeste néctar.
Ved la vida y la muerte: ya no hay entre ellas separación alguna.
Kabir dice:
El sabio enmudecerá, pues la Verdad no puede hallarse en los libros ni en los Vedas. Me he asociado al armonioso equilibrio del Uno.
He bebido la copa de lo inefable. Encontré la clave del misterio. Alcancé la raíz de la Unión.
Viajando sin camino llegué al país sin dolor, y la gracia del Gran Señor ha descendido, dulcísima, en mí.
Se canta al Dios infinito como si fuera inaccesible; pero en mis meditaciones, sin mis ojos, yo lo he visto.
Es, de cierto, el país sin sufrimientos, y nadie sabe el camino que a El conduce.
Sólo aquel que encontró ese camino va más allá de la región de los dolores. Maravilloso país, que no puede pagarse con ningún mérito.
El sabio lo ve; el sabio lo canta.
Tal es la última palabra; pero ¿cómo expresar su maravilloso sabor?
Aquel que la saborea una vez, sólo él sabe el gozo que puede dar.
Kabir dice:
Al conocerla, el ignorante se convierte en sabio y el sabio se queda mudo, en silenciosa adoración.
El adorador se embriaga totalmente.
Su sabiduría y su desprendimiento son perfectos.
Bebe en la copa de las inspiraciones y de las aspiraciones del amor.
Allí, todo el cielo se llena de armonías y la música suena sin cuerdas y sin pulsaciones.
Allí, no cesa nunca el juego de la alegría y del dolor.
Kabir dice:
Si te sumerges en el océano de vida, vivirás en el país de la suprema felicidad.
¡Qué frenesí de éxtasis contiene cada hora! El adorador exprime y bebe la esencia de las horas. Vive con la vida de Brahma... Digo la verdad porque acepté la verdad en mi vida.
Estoy consagrado a la verdad porque ahuyenté lejos de mí todas las falsas apariencias.
Kabir dice:
Así se libra el adorador, de todo miedo, así lo abandonan todas las ideas erróneas sobre la vida y sobre la muerte.
Allí, el cielo se llena de música. Allí, llueve néctar.
Allí, vibran las cuerdas del arpa y suenan los tambores.
¡Qué secreto esplendor irradia ese castillo del cielo!
Ya no hay amaneceres ni puestas de sol. En el océano de revelaciones que es la luz del amor, el día y la noche no forman más que uno.
Alegría eterna; ni dolor ni luchas.
Allí he bebido, llena hasta los bordes, la copa de la dicha, de la dicha perfecta.
No hay lugar allí para el error.
Kabir dice:
Allí he sido testigo de los juegos de la única felicidad.
He conocido en mí mismo el juego del universo; he escapado al error de este mundo.
Lo externo y lo interno se han hecho para mí un solo cielo.
Lo infinito y lo finito se han unido. Me embriago con la visión del Todo.
La luz invade el universo; es la lámpara del amor ardiendo en el candelero del saber.
Kabir dice:
Allí no puede deslizarse error alguno, y ya no existe el conflicto de la vida con la muerte.
Rabindranath Tagore