30/11/10

TAO


Antes aún que el cielo y la tierra
ya existía un ser inexpresable.
Es un ser vacío y silencioso, libre,
inmutable y solitario.
Se encuentra en todas partes
y es inagotable.
Puede que sea la Madre del universo.
No sé su nombre,
pero lo llamo Tao.
Si me esfuerzo en nombrarlo
lo llamo «grande».
Es grande porque se extiende.
Su expansión le lleva lejos.
La lejanía le hace retornar.
El Tao, pues, es grande y el cielo es grande.
La tierra es grande y también lo es el hombre.
En el universo hay cuatro cosas grandes,
y el hombre del reino es una de ellas.
El hombre sigue la ley de la tierra.
La tierra sigue la ley del cielo.
El cielo sigue la ley del Tao.
El Tao sigue su propia ley

17/11/10

ENCUENTRO



Sentí tu mirada limpia y profunda, clavada en mi rostro.
Tus grandes ojos, oscuros como la noche buscaban los míos, pidiendo respuestas que seguramente no podía darte.
¿Que deseo, que motivo, que acontecimiento me había llevado hasta ahí...?
No era mi lugar y sin embargo allí estaba.
Tus preguntas sin palabras me llevaron a reconocerme en ti muchos años atrás.
El ansia de conocimiento, la capacidad de sorprenderme, hurgar en la energía de aquel que me parecía portador de algo vital para mi supervivencia...
Tu inocencia.

No sé por qué estoy aquí.
No sé qué misteriosas fuerzas han actuado para traerme hasta aquí.
Tampoco sé que estoy haciendo en este lugar, sentada, mirándote, sonriéndote...
¿Qué puedo decirte de todo lo que sé que estás sintiendo?
De mi búsqueda, de mi locura…
Todavía intento encontrarle mirando una estrella, oliendo una flor…
Quizás está escondido en cualquier hermoso rincón de este planeta…
Y así el tiempo pasa, pero yo no me rindo.

¿Quieres saber de esta locura? ¿De todo lo que estás sintiendo?
Pues te diré que solo en esta locura puedes permanecer cuerdo.
Porque el que vive cuerdo, sin estar loco, no vive.
Ahora empieza tu búsqueda, tu peregrinaje.
Déjame abrazarte amigo.
El color de tu piel y la mía son distintos, pero el sabor de aquello que andamos buscando, es el mismo.

Ve en paz.

MARÍA

8/11/10

INVICTUS



Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley