Desde tiempos inmemoriales, el ser humano se ha sentido atraído por minerales que encontraba en su medio natural. Ya sea en su forma cristalizada o amorfa, las utilizaba como ornamento y posteriormente, por sus poderes mágicos o curativos que les atribuía.
Civilizaciones remotas como celtas, mayas, incas, egipcias e incluso muy anteriores, nos sorprenden con sus filigranas realizadas con metales nobles como el oro, la plata, el bronce y piedras preciosas o semipreciosas engarzadas, de gran belleza.
Monarcas, sacerdotes, magos y chamanes las utilizan como símbolo de poder en coronas, diademas, pectorales, cetros y en collares, pulseras y anillos. Evidentemente, en estos últimos objetos, por su forma circular, encontramos signos de protección reforzados por la inclusión de gemas.
Actualmente, con las nuevas teorías cuánticas y antiguas enseñanzas ayurvédicas y orientales, hemos redescubierto estas propiedades.
De todas ellas, el cristal de cuarzo sobresale por sus propiedades vibracionales, su capacidad de memoria y su poder de amplificación.
Asimismo, a través de sus colores, aprovechamos sus cualidades cromo terapéuticas.
Colocadas sobre nuestro cuerpo, en puntos energéticos como los chacras, nos sirven para reequilibrar nuestra energía. Es especialmente gratificante sentir como su vibración va armonizando y equilibrando nuestro sistema energético. Como, utilizadas con otras terapias vibracionales como el Reiki, amplifican la energía de nuestras manos.
Cristales de cuarzo como el blanco o transparente, el rosa, el violeta o amatista y el amarillo citrino, son nuestros principales ayudantes así como otras variedades que completan el arco cromático.
También podemos aprovechar sus cualidades tanto ornamentales como de protección y potenciación en nuestros hogares, utilizando técnicas de Feng Shui.
Albert
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